martes, febrero 28, 2006

Ex / Pretendiente

“Había jugadores confundidos y yo no he sabido desconfundirles”.

Florentino Pérez, ex presidente del Real Madrid y postulante a engrosar las filas del dedaísmo. Buk y Ernest sopesarán en un inminente cónclave nocturno y cervecesco, patrocinado por Dedekind, matemático del infinito, sus virtudes y el talento del neologismo acuñado.
El resultado de la recalificación, perdón, de la calificación, se publicará en próximos escritos tras agotar los pasos vinculantes.

viernes, febrero 24, 2006

En el barrio londinense de Chelsea

El niño es un crack.

Había visto la escena en algún informativo británico del canal satélite. El niño, un genio. Incluso me alegré ese día de que el Chelsea ganara al Liverpool 2-0. Con apenas 4 ó 5 años, nada menos que en el túnel de acceso a la hierba de Stamford Bridge, escoltando a Terry, el capitán del Chelsea, acompañado de los mejores jugadores de la Premier League, ambiente de respeto y tensión, olor a linimento, olor a fútbol. El niño, 4 ó 5 años, pelo azul, hincha de los blues, que pisa terreno sagrado, tiene el descaro de vacilar con toda la frialdad del mundo al tótem del equipo rival. Se come a Gerrard.

El vídeo está editado. Repite la misma secuencia varias veces. La imagen aparece ligeramente desenfocada pero merece la pena.

miércoles, febrero 22, 2006

10.487

El País se remoza.

La sección de Opinión parece que gana una página. Cobra peso. Recibe a El Roto pero continúa con Máximo y Forges, que son como la Volvo Ocean Race de vela, no sugieren nada a nadie pero siempre están. Un nuevo apartado, el ‘Mirador’, dirá a la cara en forma de suelto lo que el periódico acostumbra a decir con careta en forma de noticia. Aumenta el número de artículos ―¿estará a la altura el fondo de armario?― y de cartas al director ―¿seguirá siendo la mejor sección de El País?―.

En Deportes, fotografías a color. Novedad inaugurada con un tal señor Henry ―creo que es el famoso Negro-de-mierda, sobrenombre que acuñara un sabio, el de Hortaleza―. En la instantánea, el futbolista se lleva el dedo índice a los labios carnudos. Ignoramos los motivos.

El cuadernillo central de Madrid se descuaderna y pasa a ser una sección más. No ha triunfado ese olor a BOE. Sorprende que una comunidad autónoma sin diario regional, con una actividad cultural enmohecida pero más importante que la sumada por Cataluña, Galicia o País Vasco ―las tres naciones culturales reconocidas por la Constitución―, con una capital, en definitiva, de casi cuatro millones de habitantes, no haya dado más de sí en El País que un esclerótico periodismo de declaraciones. Con tres pilares: la M-30, los atascos de la M-30 y Trinidad Jiménez.
Como resultado, la sección dedicada a las putas (y putos, que diría Ibarretxe) queda más a mano. Ya no permanece guarecida en el suplemento madrileño y se hojea con más facilidad.

Por último, Cultura. Ya no es ‘La Cultura’. A partir del número 10.487 todo el caudal informativo que generen las artes (con sede o no en Santillana y aledaños) aparecerá rubricado sin el paraguas del artículo. La.
No es una cuestión peregrina, no. Era necesario quitarse la pompa. Su concupiscencia. Sin alharacas, pero fuera, largo. Y liquidar ese contrato de familiaridad. Como cantara Krahe en La Mandrágora, el artículo determinado femenino tiene el ‘chic’ de lo francés, pero se demandan lectores, no franceses.
Imagínense que la sección de putas en lugar de ‘Relax’ se denominara ‘Putas’. Bien, pues ahora imagínense: ‘Las Putas’.

Escrito sin uñas

Ay.
Ay, cómo me gustaría ser accionista de Endesa.

miércoles, febrero 15, 2006

Pie de Foto N.3

San Valentín de 2006.

―"Dímelo a los ojos. Dime que lo nuestro no puede ser. Dime, si eres capaz, que el Real Madrid no va a ganar la Copa de Europa en mayo".

El señor Emiliuken en un momento de pasión de gavilanes, en una taberna de Chamberí, tras una hazaña que no fue. Joan, al fondo. Nunca un 4-0 del Madrid le había producido semejante felicidad. Mientras esperaba en la puerta del baño, fumaba, bailaba y movía la mano alzada mitad provocador, mitad mariposón. Rubén insistía, contumaz, en lo pernicioso de las connotaciones religiosas del hiyab. A Luisja ya se lo había llevado Polanco a la cama. Gesta ―ésta sí― que ni siquiera una mujer ha logrado en meses. Y el señor Antoñito, callado, circunspecto, con una caña en la mano y otra en la mirada, pensaba con aires de quijote que seguro que sí, que puede ser, por qué no, fabulemos, la clave pasa por las botas de Cassano.

domingo, febrero 12, 2006

El tema del tema, que dijera el gran Quim Monzó

A. Se trata de una afrenta contra el derecho a la libertad de expresión. Éste ha quedado gravemente cercenado por el conflicto de las caricaturas del Jyllands-Posten:

1. El diario danés se ha disculpado en múltiples idiomas por las viñetas.

2. El primer ministro danés y la Alianza de Civilizaciones (en forma de artículo en el Herald Tribune con las firmas de Tayip Erdogan y Zapatero) se han disculpado por las viñetas.

3. El País, diario de referencia español, y otros muchos medios de comunicación no han publicado las viñetas. No han cumplido con su obligación de informar a sus lectores, que han tenido que modificar sus cauces habituales de información para visualizar la razón primigenia del conflicto.

4. El dueño de France Soir despidió a Jacques Lefranc, director del diario, tras publicar las caricaturas. Corrió la misma suerte que el editor del semanario jordano Shihan, el musulmán Yihad Momani, quien pese a tener un nombre propio sospechoso se atrevió a reproducir tres de las caricaturas blasfemas para demostrar a sus compatriotas que el mundo seguía girando.

5. Hasta los dibujantes de El Jueves se “han cagao”, como ellos mismos escribían en al portada de su último número, y no han caracterizado a Mahoma.

6. Los que han alertado sobre el riesgo que acecha a la libertad de expresión ni siquiera han planteado un debate sobre la necesidad de reformar el código penal, que establece como constitutivo de delito la ofensa a los sentimientos religiosos.

B. Aunque quizá no se trate de una afrenta al derecho a la libertad de expresión:

1. Las viñetas se han publicado.

2. Como ha explicado José Saramago, no se trata de autocensura, sino de sentido común. De la responsabilidad de obrar conforme dicta nuestra escala de valores, nuestra decencia. Somos libres de decidir si se publican o no unas viñetas que dan de mamar a los fundamentalismos. Tanto a la extrema derecha europea y a la Administración Bush, como a los integristas islámicos que se revelan quemando embajadas y profiriendo amenazas de muerte. A todos aquellos que avalan la teoría del choque de civilizaciones.

3. Señores como Arcadi Espada rechazan la analogía con una hipotética caricatura del Holocausto porque, afirman, no es lo mismo comparar el asesinato de millones de personas con la burla del profeta. Sin embargo, la sinécdoque existe, por mucho que no puedan aprehenderla. Mahoma enturbantado con una bomba recuerda al lector que atentados sangrientos como los de Nueva York, Londres y Madrid se hicieron en nombre de Alá con bomba o aviones-bomba. Y señala a todos los musulmanes como terroristas.

4. Le Monde y El País, en virtud del sentido común, han decidido no publicar unos dibujos, los del Jyllands-Posten, que pueden ser percibidos como un agravio por muchos creyentes musulmanes. Pero no han omitido caricaturizar a Mahoma.

5. Las viñetas pueden ser condenados por blasfemia por el juez. Basta con leer los códigos penales europeos. O bucear en las sentencias, como hizo el catedrático de derecho constitucional Pérez Royo el sábado en El País (un ejemplo: el Reino Unido ha prohibido la difusión de un vídeo sobre el éxtasis de Santa Teresa por considerarlo blasfemo y proteger de esta manera “el derecho de los ciudadanos a no ser ofendidos en sus sentimientos religiosos”). El politólogo francés Olivier Roy recordó el miércoles en el mismo diario que la Iglesia Católica de Francia consiguió el año pasado que se retirara un anuncio que utilizaba la Santa Cena. Porque unas mujeres en ropa interior sustituían a los apóstoles.

6. ¿Por qué no debatimos, con Günter Grass, sobre el grado de libertad de expresión que permiten los poderes económicos que monopolizan la opinión pública?

C. Hay casos de esquizofrenia, como el de la columnista estrella de El País, Soledad Gallego-Díaz, quien, antes de reivindicar el derecho innegociable de la libertad de expresión, se pregunta el viernes en su artículo ‘Dinamarca no invadió Alemania’:

“¿De verdad que la publicación de 12 caricaturas de Mahoma es un periódico danés es un hecho gravísimo? Pero, ¡si se trata sólo de caricaturas!... ¿A qué viene tanto sufrimiento, tanta ira? Repitámoslo 100 veces a ver si nos damos cuenta nosotros mismos de qué estamos hablando: de caricaturas.”

Entonces, ¿por qué no las publicó su periódico, el mismo que le ofrece la tribuna para opinar? ¿Por qué no informó gráficamente a sus lectores? ¿Por qué Gallego-Díaz no exige a su diario en su columna la publicación íntegra de las viñetas “para que puedan ser objeto de examen, de crítica o de risa”?


A+B+C. El dilema es el siguiente: ¿Por qué se defiende o se denigra la publicación de las caricaturas en nombre de la libertad de expresión?

Pongamos que hablo de

Estadio Vicente Calderón, ex M-30 y ex río Manzanares contemplados desde el Puente de Toledo, lazo histórico que liga Carabanchel con el Madrid castizo de la Arganzuela. Diciembre de 2005. / Hans G.


¡Venga, Sabina, cabroncete, componle ahora una canción a tu Madrid!



P.S.: Con afecto (como una vez me dedicara el Buitre; y otra Martín Vázquez, y otra Michel) para el Virrey. Desde la oposición a todo lo que se rubrique con las sales del nacionalismo.

martes, febrero 07, 2006

Charlotte



La primera vez que miré a Charlotte a los ojos no pude sostenerle la mirada. Bajé la cabeza, endurecí la mandíbula y me aferré a mi manuscrito. No soy un pusilánime, tampoco un héroe. Hasta ese momento sólo la había visto en fotografías, bella, cautivadora, inmarcesible a sus 57 años, la mujer del editor más importante en todo el Imperio Británico. Cuando le ofrecí mis galeradas apenas dijo:
―Tráemelo traducido al inglés y lo verás publicado en tres meses con una tirada de veinte mil ejemplares.
Ni siquiera las hojeó. Cogió su taza de té rojo, dio un sorbo y encendió un gauloise. Y me ordenó que me fuera. Antes había escrito con una estilográfica de plata en mi libro el número de su habitación ―estábamos en la cafetería principal del Hilton― y una hora.
Cuando salí a la mañana siguiente del hotel supe que mi vida había cambiado. Uno no se puede acostar con la esposa de Thomas Crowne sin esperar las consecuencias. Uno no puede caminar con el olor de su perfume en el cuello con la conciencia tranquila. Sabe, con toda seguridad, que se ha enamorado.
El libro no se vendió mal. Ni bien, ni mal. Tuvo una edición posterior en español y mantuvo las ventas discretas de un escritor mediocre. No me importó. Supongo que mi única ambición consistía, por aquel entonces, en hacer visitas fugaces y clandestinas a las librerías de viejo de las ciudades más nostálgicas de la Commonwealth para rescatar mis libros de unos anaqueles de lance. Junto a Charlotte. Para estar juntos.
Pero la inercia me trajo aquí. A un hotel de Madras. A olvidarme de mis libros mediocres y aspirar a dirigir la editorial Crowne en la sombra. A verla bella, cautivadora, inmarcesible a sus 60 años. A bajar la cabeza y endurecer la mandíbula cada vez que me enfrento a sus ojos grises cortados por unos párpados como cuchillos. A no esperar más que su silencio, sus volutas de gauloise, sus sorbos de té rojo cuando le revele que no debe subir a su habitación por unas horas. Que todo se ha resuelto como fue planeado. Que ya lo he hecho.

miércoles, febrero 01, 2006

'Tres preguntas de enjundia'

[Carta dirigida al señor Emiliuken, que, últimamente, parece haber devenido hombre sin atributos. Una satisfacción para mí. Y él lo sabe. Porque Musil no deja de ser más que un ladrillo en el camino.
A la señorita Tamara debo recordarle que la última vez que le pedí un espejito me respondió que no tenía, que ya los había guardado todos.]

Tres preguntas de enjundia: ¿La insatisfacción como una sensación inherente a todo ser humano o como un virus nocivo propio de nuestra generación? ¿y por qué digo nocivo? ¿y si la insatisfacción fuese algo positivo?”


Nuestra generación. Los pensadores neoliberales prefieren hablar de individuos y no de generaciones. Por que tú lo vales, vienen a decir. En aspectos personales, coincido con esa postura. Me refiero a presupuestos estéticos, actitudes, compromisos, formas de afrontar el libre albedrío y de tomar las decisiones de enjundia. Obvio. No hay dos transeúntes iguales. Sin embargo, en cuestiones como la formación y el ejercicio profesional la cosa se complica. Un escritor puede ser peor que otro y triunfar. O al revés. O todo lo contrario. Sin embargo, su suerte está condicionada por factores estructurales que le condicionan. Dos generaciones separadas por años se encontrarán con diferentes demandas de mercado, circunstancias económicas, número de lectores reales e irreales, estrategias y voluntades de estilo... Premisas que un liberal se pasa por la chepa. Lo que importa es el individuo. Si vale, triunfará, sostiene con una risa de oreja a oreja.
Ahora bien, hay aspectos personales que no se pueden circuncidar de los profesionales. En los que la pertenencia de un individuo a una generación (como a un país, un continente, una cultura) queda manifiesta. Hace poco menos de 30 años una mujer común en España no podía separarse de su marido. Entre otros impedimentos sociales, carecía de independencia económica. Todavía sucede. Eso ha cambiado en nuestra generación. Nuestros abuelos se casaban para siempre. En 2005 fui a dos bodas de amigos. Lo hice con la intención de hacer una porra notariada durante la función: Año de la separación y motivos (el objeto de registrar los desencadenantes de la ruptura no era el amarillismo sino encontrar recursos para el desempate en las apuestas). El buen vino siempre me inhabilitó a tiempo. El escritor francés Frédéric Beigbeder y la madre de Buk coinciden en una cosa: el amor (entendido como enamoramiento, pasión, humedad) dura 3 años.
¿Insatisfacción? En tanto que conformismo o autocomplacencia siempre será nociva. Fíjese en su contrario: satisfacción. Pronunciado con sinceridad, resulta sugerente (téngase en cuenta que la felicidad, como dijeron los griegos, como asevera Punset, es una emoción. Y como todas las emociones no se pueden sostener en su plenitud todo el tiempo; se alternan los picos, los valles y las depresiones). O imagine que su amada o su lectora o su madre le revelan: “Estoy insatisfecha”.
No obstante, si bien esa sensación siempre será nociva ―respondo con esto a sus dos últimas preguntas, las optimistas, las que rezuman pura vida―, su valía aparece en el momento que confeccione el resorte para escapar hacia la vida que preferiríamos vivir.

Pero esa es ya otra vida.