miércoles, febrero 01, 2006

'Tres preguntas de enjundia'

[Carta dirigida al señor Emiliuken, que, últimamente, parece haber devenido hombre sin atributos. Una satisfacción para mí. Y él lo sabe. Porque Musil no deja de ser más que un ladrillo en el camino.
A la señorita Tamara debo recordarle que la última vez que le pedí un espejito me respondió que no tenía, que ya los había guardado todos.]

Tres preguntas de enjundia: ¿La insatisfacción como una sensación inherente a todo ser humano o como un virus nocivo propio de nuestra generación? ¿y por qué digo nocivo? ¿y si la insatisfacción fuese algo positivo?”


Nuestra generación. Los pensadores neoliberales prefieren hablar de individuos y no de generaciones. Por que tú lo vales, vienen a decir. En aspectos personales, coincido con esa postura. Me refiero a presupuestos estéticos, actitudes, compromisos, formas de afrontar el libre albedrío y de tomar las decisiones de enjundia. Obvio. No hay dos transeúntes iguales. Sin embargo, en cuestiones como la formación y el ejercicio profesional la cosa se complica. Un escritor puede ser peor que otro y triunfar. O al revés. O todo lo contrario. Sin embargo, su suerte está condicionada por factores estructurales que le condicionan. Dos generaciones separadas por años se encontrarán con diferentes demandas de mercado, circunstancias económicas, número de lectores reales e irreales, estrategias y voluntades de estilo... Premisas que un liberal se pasa por la chepa. Lo que importa es el individuo. Si vale, triunfará, sostiene con una risa de oreja a oreja.
Ahora bien, hay aspectos personales que no se pueden circuncidar de los profesionales. En los que la pertenencia de un individuo a una generación (como a un país, un continente, una cultura) queda manifiesta. Hace poco menos de 30 años una mujer común en España no podía separarse de su marido. Entre otros impedimentos sociales, carecía de independencia económica. Todavía sucede. Eso ha cambiado en nuestra generación. Nuestros abuelos se casaban para siempre. En 2005 fui a dos bodas de amigos. Lo hice con la intención de hacer una porra notariada durante la función: Año de la separación y motivos (el objeto de registrar los desencadenantes de la ruptura no era el amarillismo sino encontrar recursos para el desempate en las apuestas). El buen vino siempre me inhabilitó a tiempo. El escritor francés Frédéric Beigbeder y la madre de Buk coinciden en una cosa: el amor (entendido como enamoramiento, pasión, humedad) dura 3 años.
¿Insatisfacción? En tanto que conformismo o autocomplacencia siempre será nociva. Fíjese en su contrario: satisfacción. Pronunciado con sinceridad, resulta sugerente (téngase en cuenta que la felicidad, como dijeron los griegos, como asevera Punset, es una emoción. Y como todas las emociones no se pueden sostener en su plenitud todo el tiempo; se alternan los picos, los valles y las depresiones). O imagine que su amada o su lectora o su madre le revelan: “Estoy insatisfecha”.
No obstante, si bien esa sensación siempre será nociva ―respondo con esto a sus dos últimas preguntas, las optimistas, las que rezuman pura vida―, su valía aparece en el momento que confeccione el resorte para escapar hacia la vida que preferiríamos vivir.

Pero esa es ya otra vida.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Beigbeder deja abierta la puerta. La insatisfacción también tiene puertas o ventanas o tragaluces en su defecto. Escapar es una de esas salidas. Entender que cuando coges un camino renuncias a otros muchos es la solución y parece sencillo pero es una de las tareas más difíciles la aprender a decidir.

2/2/06 11:01  
Anonymous Anónimo said...

La insatisfacción es terrible. Y hago la afirmación de forma absoluta (como a mi me gusta). Al igual que la felicidad de Punset es una emoción, y estaréis de acuerdo conmigo en que siempre es dolorosa. (Por supuesto me encantaría ser contradecido en esto; no duden en responder si conocen un caso de insatisfacción alegre o feliz, podría ser la llave de solucionar todas las insatisfacciones).

No sé si inherente al ser humano o no (aunque estoy casi seguro de que sí), desde luego son emociones propias de nuestra generación. ¿Por qué? Pues porque hemos sido educados por unos padres que querían que fuéramos los dirigentes de la futura generación (esos heroicos padres y madres 'baby boom'). Creyeron que con educación nos darían la llave del futuro, que nos abrirían las puertas de cualquier lugar que quisiéramos alcanzar. Y se equivocaron. Pero... ¿cómo iban a saberlo? Hicieron lo que creyeron mejor. Y actuaron en buena lógica. Yo hubiera hecho lo mismo.

Sin embargo dio la casualidad de que toda esa superabundante generación del 'baby boom' fue universitaria y ultra-formada, con lo que muy pocos pudieron alcanzar los puestos de primacía social para los que fueron educados (e íntimamente convencidos de que era su lugar). Es más, a algunos esta educación incluso les mutiló para siempre de esta posibilidad, haciéndoles rechazar esta posición por entenderla frívola merced a esta cultura que habían adquirido.

Pero así debe ser. Pues esta cultura es la que permite la libertad de elección. Y seguramente también la infelicidad ('Bienaventurados los simples, pues de ellos será el Reino de los Cielos...'). La libertad para decidir, pero también el conocimiento de lo que te estás perdiendo.

Los liberales consideran esta libertad personal como el mayor tesoro. Y también creen que el individuo con talento obtendrá lo que pretende. Aunque, por supuesto, no está mal sumar la experiencia práctica a las creencias, y ésta te da un mensaje muy claro: hay que insistir, perseverar, para lograr la meta. Es más, yo estoy convencido de que incluso las personas sin talento pueden conseguir lo que se propongan si perseveran. Es un hecho que, de tanto ser observado, a generado un dicho: 'Querer es poder'.

Un saludo desde Sevilla.
S.F.

6/2/06 20:00  
Anonymous Anónimo said...

¿Es posible corregir erratas Granda? Hágalo vd. si puede. Odio manchar la impolutez de su foro.

Un saludo. SF

6/2/06 21:03  

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