domingo, enero 22, 2006

'Tratado para la desesperanza' (3)

― “Respeto su opinión, pero no la comparto”

Divisa epigramática de aquellos que insisten en la imposición de lo políticamente correcto en el debate. Destemplan la convicción de que el desacuerdo es la arcilla para la construcción de razones. Sin esa toma de conciencia, el discurso se estanca.
El respeto, para las personas. Las opiniones merecen un tiro en la nuca o un beso en los labios; un desgarro uterino o una caricia cómplice, la divergencia o la adhesión.


(Por desilusiones: que hay un antes y un después con Makelele en el Madrid no es una opinión, es un hecho: basta con fijar la atención en el número de título logrados por los blancos tras su marcha. Dicho lo cual, este aserto no deja de ser una simplificación. Pero Makelele venía acompañado de más argumentos, cosa que un sujeto con hipoteca, ya cenado, quiso omitir. Por aquello de que la vida es un titular. Una caja de texto de 50 caracteres.)



[El Tratado para la desesperanza nace a modo de remedo contemporáneo del ilustre Diccionario de lugares comunes de Gustave Flaubert, obra redactada por el escritor francés a mediados del siglo XIX con objeto de recopilar las memeces que corrían de boca en boca entre sus paisanos. Su propósito persigue rescatar de la comodidad frases hechas, expresiones gastadas, tópicos, eufemismos, tabúes, interpretaciones malintencionadas y/o políticamente correctas… lugares comunes. Rescate, primero, para, a continuación, lograr que por lo menos se pongan coloraos tanto los emisores como los propios significantes per se.]

1 Comments:

Blogger Alberto Baena Zapatero said...

Señor Granda, yo no soy un virrey de ínsula barataria, muy al contrario, y al igual que hizo Napoleón antes que yo, me autocoroné virrey de un Imperio cuya riqueza se mide en tequila y mujeres hermosas. Como usted dice, no tengo porque respetar su opinión, de hecho, me parece jocosa.

25/1/06 13:53  

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