El tema del tema, que dijera el gran Quim Monzó
A. Se trata de una afrenta contra el derecho a la libertad de expresión. Éste ha quedado gravemente cercenado por el conflicto de las caricaturas del Jyllands-Posten:
1. El diario danés se ha disculpado en múltiples idiomas por las viñetas.
2. El primer ministro danés y la Alianza de Civilizaciones (en forma de artículo en el Herald Tribune con las firmas de Tayip Erdogan y Zapatero) se han disculpado por las viñetas.
3. El País, diario de referencia español, y otros muchos medios de comunicación no han publicado las viñetas. No han cumplido con su obligación de informar a sus lectores, que han tenido que modificar sus cauces habituales de información para visualizar la razón primigenia del conflicto.
4. El dueño de France Soir despidió a Jacques Lefranc, director del diario, tras publicar las caricaturas. Corrió la misma suerte que el editor del semanario jordano Shihan, el musulmán Yihad Momani, quien pese a tener un nombre propio sospechoso se atrevió a reproducir tres de las caricaturas blasfemas para demostrar a sus compatriotas que el mundo seguía girando.
5. Hasta los dibujantes de El Jueves se “han cagao”, como ellos mismos escribían en al portada de su último número, y no han caracterizado a Mahoma.
6. Los que han alertado sobre el riesgo que acecha a la libertad de expresión ni siquiera han planteado un debate sobre la necesidad de reformar el código penal, que establece como constitutivo de delito la ofensa a los sentimientos religiosos.
B. Aunque quizá no se trate de una afrenta al derecho a la libertad de expresión:
1. Las viñetas se han publicado.
2. Como ha explicado José Saramago, no se trata de autocensura, sino de sentido común. De la responsabilidad de obrar conforme dicta nuestra escala de valores, nuestra decencia. Somos libres de decidir si se publican o no unas viñetas que dan de mamar a los fundamentalismos. Tanto a la extrema derecha europea y a la Administración Bush, como a los integristas islámicos que se revelan quemando embajadas y profiriendo amenazas de muerte. A todos aquellos que avalan la teoría del choque de civilizaciones.
3. Señores como Arcadi Espada rechazan la analogía con una hipotética caricatura del Holocausto porque, afirman, no es lo mismo comparar el asesinato de millones de personas con la burla del profeta. Sin embargo, la sinécdoque existe, por mucho que no puedan aprehenderla. Mahoma enturbantado con una bomba recuerda al lector que atentados sangrientos como los de Nueva York, Londres y Madrid se hicieron en nombre de Alá con bomba o aviones-bomba. Y señala a todos los musulmanes como terroristas.
4. Le Monde y El País, en virtud del sentido común, han decidido no publicar unos dibujos, los del Jyllands-Posten, que pueden ser percibidos como un agravio por muchos creyentes musulmanes. Pero no han omitido caricaturizar a Mahoma.
5. Las viñetas pueden ser condenados por blasfemia por el juez. Basta con leer los códigos penales europeos. O bucear en las sentencias, como hizo el catedrático de derecho constitucional Pérez Royo el sábado en El País (un ejemplo: el Reino Unido ha prohibido la difusión de un vídeo sobre el éxtasis de Santa Teresa por considerarlo blasfemo y proteger de esta manera “el derecho de los ciudadanos a no ser ofendidos en sus sentimientos religiosos”). El politólogo francés Olivier Roy recordó el miércoles en el mismo diario que la Iglesia Católica de Francia consiguió el año pasado que se retirara un anuncio que utilizaba la Santa Cena. Porque unas mujeres en ropa interior sustituían a los apóstoles.
6. ¿Por qué no debatimos, con Günter Grass, sobre el grado de libertad de expresión que permiten los poderes económicos que monopolizan la opinión pública?
C. Hay casos de esquizofrenia, como el de la columnista estrella de El País, Soledad Gallego-Díaz, quien, antes de reivindicar el derecho innegociable de la libertad de expresión, se pregunta el viernes en su artículo ‘Dinamarca no invadió Alemania’:
“¿De verdad que la publicación de 12 caricaturas de Mahoma es un periódico danés es un hecho gravísimo? Pero, ¡si se trata sólo de caricaturas!... ¿A qué viene tanto sufrimiento, tanta ira? Repitámoslo 100 veces a ver si nos damos cuenta nosotros mismos de qué estamos hablando: de caricaturas.”
Entonces, ¿por qué no las publicó su periódico, el mismo que le ofrece la tribuna para opinar? ¿Por qué no informó gráficamente a sus lectores? ¿Por qué Gallego-Díaz no exige a su diario en su columna la publicación íntegra de las viñetas “para que puedan ser objeto de examen, de crítica o de risa”?
A+B+C. El dilema es el siguiente: ¿Por qué se defiende o se denigra la publicación de las caricaturas en nombre de la libertad de expresión?
1. El diario danés se ha disculpado en múltiples idiomas por las viñetas.
2. El primer ministro danés y la Alianza de Civilizaciones (en forma de artículo en el Herald Tribune con las firmas de Tayip Erdogan y Zapatero) se han disculpado por las viñetas.
3. El País, diario de referencia español, y otros muchos medios de comunicación no han publicado las viñetas. No han cumplido con su obligación de informar a sus lectores, que han tenido que modificar sus cauces habituales de información para visualizar la razón primigenia del conflicto.
4. El dueño de France Soir despidió a Jacques Lefranc, director del diario, tras publicar las caricaturas. Corrió la misma suerte que el editor del semanario jordano Shihan, el musulmán Yihad Momani, quien pese a tener un nombre propio sospechoso se atrevió a reproducir tres de las caricaturas blasfemas para demostrar a sus compatriotas que el mundo seguía girando.
5. Hasta los dibujantes de El Jueves se “han cagao”, como ellos mismos escribían en al portada de su último número, y no han caracterizado a Mahoma.
6. Los que han alertado sobre el riesgo que acecha a la libertad de expresión ni siquiera han planteado un debate sobre la necesidad de reformar el código penal, que establece como constitutivo de delito la ofensa a los sentimientos religiosos.
B. Aunque quizá no se trate de una afrenta al derecho a la libertad de expresión:
1. Las viñetas se han publicado.
2. Como ha explicado José Saramago, no se trata de autocensura, sino de sentido común. De la responsabilidad de obrar conforme dicta nuestra escala de valores, nuestra decencia. Somos libres de decidir si se publican o no unas viñetas que dan de mamar a los fundamentalismos. Tanto a la extrema derecha europea y a la Administración Bush, como a los integristas islámicos que se revelan quemando embajadas y profiriendo amenazas de muerte. A todos aquellos que avalan la teoría del choque de civilizaciones.
3. Señores como Arcadi Espada rechazan la analogía con una hipotética caricatura del Holocausto porque, afirman, no es lo mismo comparar el asesinato de millones de personas con la burla del profeta. Sin embargo, la sinécdoque existe, por mucho que no puedan aprehenderla. Mahoma enturbantado con una bomba recuerda al lector que atentados sangrientos como los de Nueva York, Londres y Madrid se hicieron en nombre de Alá con bomba o aviones-bomba. Y señala a todos los musulmanes como terroristas.
4. Le Monde y El País, en virtud del sentido común, han decidido no publicar unos dibujos, los del Jyllands-Posten, que pueden ser percibidos como un agravio por muchos creyentes musulmanes. Pero no han omitido caricaturizar a Mahoma.
5. Las viñetas pueden ser condenados por blasfemia por el juez. Basta con leer los códigos penales europeos. O bucear en las sentencias, como hizo el catedrático de derecho constitucional Pérez Royo el sábado en El País (un ejemplo: el Reino Unido ha prohibido la difusión de un vídeo sobre el éxtasis de Santa Teresa por considerarlo blasfemo y proteger de esta manera “el derecho de los ciudadanos a no ser ofendidos en sus sentimientos religiosos”). El politólogo francés Olivier Roy recordó el miércoles en el mismo diario que la Iglesia Católica de Francia consiguió el año pasado que se retirara un anuncio que utilizaba la Santa Cena. Porque unas mujeres en ropa interior sustituían a los apóstoles.
6. ¿Por qué no debatimos, con Günter Grass, sobre el grado de libertad de expresión que permiten los poderes económicos que monopolizan la opinión pública?
C. Hay casos de esquizofrenia, como el de la columnista estrella de El País, Soledad Gallego-Díaz, quien, antes de reivindicar el derecho innegociable de la libertad de expresión, se pregunta el viernes en su artículo ‘Dinamarca no invadió Alemania’:
“¿De verdad que la publicación de 12 caricaturas de Mahoma es un periódico danés es un hecho gravísimo? Pero, ¡si se trata sólo de caricaturas!... ¿A qué viene tanto sufrimiento, tanta ira? Repitámoslo 100 veces a ver si nos damos cuenta nosotros mismos de qué estamos hablando: de caricaturas.”
Entonces, ¿por qué no las publicó su periódico, el mismo que le ofrece la tribuna para opinar? ¿Por qué no informó gráficamente a sus lectores? ¿Por qué Gallego-Díaz no exige a su diario en su columna la publicación íntegra de las viñetas “para que puedan ser objeto de examen, de crítica o de risa”?
A+B+C. El dilema es el siguiente: ¿Por qué se defiende o se denigra la publicación de las caricaturas en nombre de la libertad de expresión?
1 Comments:
Mucho tema y mucho rollo, pero ya estás tardando en glosar la noche del 14 febrero en la que otra vez volvimos a creer que se podía cambiar el mundo
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