jueves, enero 26, 2006

Rostro de mármol

Llega tarde. Camina apresurada entre los jardines de la Plaza de Oriente. Deja a su espalda a un mendigo que duerme encajonado en un matorral, a las estatuas silentes de los reyes visigodos, al escenario estático que parece el Palacio Real. Mira el reloj ―las 6.45 de la mañana― y apremia el paso. Le duelen los pechos, sabe que le va a venir la menstruación. Amanece cerrado y hace mucho frío. El viento gélido está a punto de congelarle las pestañas, que brillan, blancas, a juego con sus ojos acuosos.
«Llego tarde, 15 minutos tarde.» De pronto, endurece la mirada y aminora el paso. La luz halógena de una farola acentúa las ojeras cárdenas en su rostro de mármol: «¿Hace cuánto tiempo? ¿Hace cuánto de esta vejez? Me siento mayor, apagada. Tengo 28 años y me siento vieja. ¿Por qué? ¿Y en qué momento preciso dejé de sentirme joven? El intervalo entre un sentimiento y otro es pequeño, pero ¿cuándo? El día que cumplí 27, recuerdo, qué gran fiesta en La Cíngara, ese día me veía toda una veinteañera. Joven, sin taras. ¿Y hace tres meses, cuando cumplí 28? No, ya era otra, me sentía vieja. Quizá este trabajo, que me está consumiendo poco a poco. Las facturas, el alquiler del apartamento. ¿Paolo? ¿Nuestro amor; nuestra indolente y bonita rutina de perezas?»
Se para. Abre su bolso, busca un cigarrillo y empieza a fumar. El rumor sordo que fabrica la ciudad cuando se está despertando puede con el silencio. Ensimismada, se sienta en un banco forrado con una leve pátina de hielo.
«El día que cumplí 27 años ―piensa con la mirada perdida―, tenía el mismo trabajo, las mismas facturas y la misma rutina de perezas. ¿Cuándo, entonces?»

domingo, enero 22, 2006

'Tratado para la desesperanza' (3)

― “Respeto su opinión, pero no la comparto”

Divisa epigramática de aquellos que insisten en la imposición de lo políticamente correcto en el debate. Destemplan la convicción de que el desacuerdo es la arcilla para la construcción de razones. Sin esa toma de conciencia, el discurso se estanca.
El respeto, para las personas. Las opiniones merecen un tiro en la nuca o un beso en los labios; un desgarro uterino o una caricia cómplice, la divergencia o la adhesión.


(Por desilusiones: que hay un antes y un después con Makelele en el Madrid no es una opinión, es un hecho: basta con fijar la atención en el número de título logrados por los blancos tras su marcha. Dicho lo cual, este aserto no deja de ser una simplificación. Pero Makelele venía acompañado de más argumentos, cosa que un sujeto con hipoteca, ya cenado, quiso omitir. Por aquello de que la vida es un titular. Una caja de texto de 50 caracteres.)



[El Tratado para la desesperanza nace a modo de remedo contemporáneo del ilustre Diccionario de lugares comunes de Gustave Flaubert, obra redactada por el escritor francés a mediados del siglo XIX con objeto de recopilar las memeces que corrían de boca en boca entre sus paisanos. Su propósito persigue rescatar de la comodidad frases hechas, expresiones gastadas, tópicos, eufemismos, tabúes, interpretaciones malintencionadas y/o políticamente correctas… lugares comunes. Rescate, primero, para, a continuación, lograr que por lo menos se pongan coloraos tanto los emisores como los propios significantes per se.]

jueves, enero 19, 2006

Pie de Foto N.2

Hombre desperezándose junto a ‘Habitación de Hotel’, 1931, de Edward Hopper, en el Museo Thyssen-Abramovich, 2006 (Detalle) / Hans G.


Cuando despertó, ella todavía estaba allí.

martes, enero 17, 2006

Un instante, toda una vida (Escrito sin dolor)

Escribe el filósofo francés Gilles Deleuze: “Vivimos en un mundo más bien desagradable en el que no solamente las gentes, sino los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia para actuar y los poderes establecidos tienen necesidad de nuestras tristezas para hacernos esclavos. El tirano, el sacerdote, los secuestradores de almas, tienen necesidad de persuadirnos de que la vida es dura y pesada”.

El fútbol no es evasión, como arguyen sus detractores. Un individuo no puede orillar sus calamidades contemplando un partido de fútbol. No puede olvidar que está en el paro, que tiene cáncer de próstata o que le han roto el corazón. No puede abstraerse, sobre todo, de que en su casa le espera una mujer hirsuta. Su mujer. El fútbol es cotidianidad, no ahuyenta la realidad porque nadie puede escapar del cerco de la Realidad. No existe posibilidad de fuga.

[Pregúntenle a un seguidor del Atleti si el fútbol es una huida. Pregúntenle, a continuación, por qué no eligió un destino mejor; menos real, menos cotidiano]

El fútbol quizá no sea siquiera un arte. Las herramientas simbólicas con las que trabaja son precarias. Sin embargo, el fútbol es una artesanía capaz de tejer tal placer estético que exige una educación muy elevada de la sensibilidad. Tanto, que sus detractores jamás podrán deleitarse. No están educados.

Sus enemigos censuran su mercantilización:
“Los jugadores son unos mercenarios”. ¿Acaso Velázquez o Goya no lo fueron?
“Zidane dejó la Juve por dinero”. ¿Deja de tener valor un Tiziano cuando lo prostituyen en una casa de subastas?
“Los equipos ganan y se construyen a golpe de talonario”. ¿El Thyssen-Bornemisza surgió a golpe de dinero de Monopoly? Incluso en fútbol el dinero no es garantía de éxito. Estimen las últimas temporadas de los clubes más ricos del mundo, el Madrid y el Manchester United. Las pasadas Copas de Europa, con el Oporto y el Liverpool ―dos modestos en el capitulo económico― como triunfadores. La última Eurocopa, donde se impuso una selección con jugadores de fichas modestas, Grecia.

A los detractores del fútbol, como a los tiranos, a los sacerdotes y a los secuestradores de almas, siempre les esperará en casa una mujer hirsuta. Y, además, tienen la necesidad de persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Guti, ayer, él solito, nos persuadió de todo lo contrario. Al menos el instante que dura un sublime taconazo.

jueves, enero 12, 2006

Intertextualidad

“Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea”


‘Fecundidad’, en Movimiento perpetuo.
Augusto Monterroso.

lunes, enero 09, 2006

Pie de Foto N.1

Dos gitanos despachan un puesto de castañas asadas en la céntrica plaza de Ópera. Una de esas casetas que fabrica el olor de las calles de Madrid en invierno. Dentro, un pequeño transistor retransmite la jornada liguera en directo. Buk, que había estado aislado en el Thyssen, pregunta:
―Perdone ¿sabe cómo va el Madrid?
―Dos ceros.
La expresión de sus ojos negros invitaba al optimismo.
―¿Gana?
―No, no. Dos ceros.
Claro, piensa Buk, el Madrid jugaba fuera de casa.
―¿Pierde?
―No. Dos ceros. Un cero y otro cero ―responde el gitano mientras dibuja con los dedos de sus manos dos círculos perfectos.
Buk se sonríe, ladea la cabeza y empieza a bajar las escaleras del Metro con la certeza de que hay respuestas que son una verdadera manifestación de vanguardia.

jueves, enero 05, 2006

'Tratado para la desesperanza' (2) [¡Yfelices Reyes Magos!]

― “Desde que nací, siempre he soñado con ser jugador del Real Madrid”

Antonio Cassano, internacional italiano de 23 años, ex jugador de Pro Inter, Bari y Roma, durante la presentación de su fichaje por el Real Madrid. Media punta si es entrenado por un técnico en el Calcio, segundo punta cuando empiece su carrera en la Liga española, ha sido contratado por el señor Butragueño para jugar como delantero centro cuando fuere necesario.

[Tratado para la desesperanza nace a modo de remedo contemporáneo del ilustre Diccionario de lugares comunes de Gustave Flaubert, obra redactada por el escritor francés a mediados del siglo XIX con objeto de recopilar las memeces que corrían de boca en boca entre sus paisanos. Su propósito persigue rescatar de la comodidad frases hechas, expresiones gastadas, tópicos, eufemismos, tabúes, interpretaciones malintencionadas y/o políticamente correctas… lugares comunes. Rescate, primero, para, a continuación, lograr que por lo menos se pongan coloraos tanto los emisores como los propios significantes per se.]

martes, enero 03, 2006

Qué grande era el cine



Tras unas fiestas navideñas que han dejado más de cien cadáveres en las carreteras, el Ejecutivo español por fin concede a los empresarios el privilegio gracioso de decidir si los drogadictos al tabaco pueden o no tomarse su dosis de nicotina durante las ocho horas de su horario laboral. Un Ejecutivo progresista, el mismo que proclama que bajar los impuestos es de izquierdas, que se lucra con esa nicotina y no subvenciona soluciones para acabar con la dependencia (o sobrellevarla, algo así como la metadona). Un Ejecutivo paternalista que se jacta de librar a los fumadores del tabaco, una sustancia legal. ¿Por qué no una salita bien aireada en el trabajo, como en los restaurantes, para los yonkis? Que lo decidan ellos, los jefes. La solución puede ser fácil. Entre dejarles bajar al pórtico a ponerse o lidiar malos rollos entre los compañeros: no contratar a fumadores. Hace muy poco tiempo Smoking Room (2002) parecía un filme que se ajustaba más al público estadounidense que al español.

El Madrid del señor Butragueño, ese insigne gestor que tras la renuncia de Camacho aseveró: “Estamos ante una situación muy interesante”, y del señor Floro, repescado diez años después para la causa tras descubrir que en los campos de fútbol se mueven ondas gravitacionales, pretende remontar el vuelo con Cicinho y Cassano. A los merengues sólo les quedan dos retos de aquí a final de temporada: ¿Quién ocupará el lateral derecho?, ¿Cicinho, Salgado, Diogo o Sergio Ramos? ¿Quién ocupará la segunda punta? ¿Cassano, Raúl, Robinho o Baptista? Dos puestos, ocho jugadores.

Causas dialectales. Menudencias. Que no volveríamos a ver los lunes por la noche a José Luis Garci en su papel de moderador en Qué grande es el cine iba en serio. Con ese programa Hans aprendió a ver cine. A leerlo. A descodificarlo. Unos lo criticaban por pedante. Tan sólo tenían que cambiar de canal. O apagar la tele, como acostumbran 30 millones de personas en España (especialmente si hay documentales en La 2: ¿Quién puede sostener que ver a Wimba y Wamba, los leones salvajes del parque de Selous, retozando en Kibiti es cultura? ¿Por qué?) Otros, los oficiales, habrán argumentado que no llegaba la audiencia. Tan sólo tienen que desmontar la televisión pública. La propaganda la tienen asegurada con la Cuatro. Se fueron las amables tertulias de cine. Se apagaron como un buen cigarrillo con un café. Como los goles de la Quinta.

lunes, enero 02, 2006

Tras las uvas

Despedía un descuidado olor a espumoso catalán. Las primeras palabras del año 2006 que, vía telefónica, el señor Delaosa le dijo a Hans tras lograr comunicar con él a eso de las 00:36 fueron:

―"¡¡Eres un impresentable!!"