viernes, marzo 31, 2006

Campos nevados de fresas

Panadero a tus zapatos. No voy a ser menos. Yo también quiero sembrar cátedra en esto de la lata gastronomía:

Un recipiente de cristal con fresas peladas y troceadas. (Cómo han llegado a este estado no ha trascendido)

Se coge un azucarero y se vacía la mitad sobre las fresas. El tamaño del azucarero es irrelevante. Campo nevado de fresas (verso de un poeta que no alcanzo a recordar).

Se introduce el recipiente en la nevera. Pasado n horas se coge con las dos manos ―ahora, milagro, una piscina rosada de fresas― y se bebe el manjar de dioses resultante hasta que las fresas se amontonen sobre las mejillas. A continuación, lengüetazos a mansalva. Si se tiene un loro gris africano en el hombro, él también dará lengüetazos hasta terminar con la cabeza como un chicle. Esta operación no tiene muy buena prensa y suele venir acompañada por peyorativos juicios de valor: “Mira que sois cerdos”.

¿Por qué hay tantos guitarras de jazz con apellido de origen italiano? ¿Por qué tocará tan bien el contrabajo Dave Holland? Quizá ―divago― porque compartiera escenario con Miles Davies en el Londres de los 70. Ese genio. Ese genio que no hay quien lo escuche. Al menos, desde el Kind of Blue. Me recuerda a Borges. Parece que nació para ser citado. Davies, además, era un negro de los que le molestaba que le llamaran negro. El jueves me echó del aula de informática de la Juan Carlos I un negro que era su trasunto bibliotecario. Me sentí como Rosa Parks antes de sublevarse en el autobús. También me sentí racista. Prefería que me echara un negro a un blanco. Cuando le ofrecí mi carné de la complutense, a ver si colaba, él insistió en que me mudara. Pensé: “Bien hecho, Miles, no te dejes engatusar”. [Digresión analéptica. Esto de la cocina cansa]

Ahora ya estamos en disposición de introducir las fresas en un tubo cilíndrico de plástico, regar con dos vasos de leche y espolvorear con la mitad del azucarero sobrante. La leche se puede cambiar por yogur natural, que proporciona un efecto dulzón. Más edulcorante que dulzón, por eso es preferible la leche.

Se busca la Bapitaurus, que suele estar en la cocina. 5 ó 27 minutos después, se bate. Ññññññññíiiiiiiiiiíiiiiiiiiiiiiii. No mucho, que se distingan los tropezones. Ññññññññíiiiiiiiiiíiiiiiiiiiiiiii:

Un batido de fresas.

¡El delirio, me cago en la puta!

viernes, marzo 24, 2006

Relojes que (no) son de arena


Éste no es un reloj cualquiera. Es un reloj que hoy a las doce de la noche marcó las doce de la noche. Nada menos. La hora en el que se inauguraba “el alto el fuego permanente” anunciado por Eta. El principio del comienzo de la primera parte. Han pasado 18 horas y media. Minuto y resultado. Ecos y reacciones. Los protagonistas, sus declaraciones no sus hechos. La opinión pública (Joseba y Josemari paseando por Abandoibarra etorbidea: manifiestan su alegría pero también su prudencia). Trascendencia nacional, internacional y en el estado español. Ramoneda, escribe un artículo. Irlanda en fotos. Cómo hemos llegado a este desenlace. El contexto. Por descontado, hoy este blog está escrito desde el mismo centro de Bilbao, por si ustedes no se habían dado cuenta de que a mi espalda tengo el Guggenheim.

Confesiones de un país comedor de opio

Buk vive en un país tan ilustrado, con una conciencia democrática tan elevada, con un sentimiento de pertenencia al Welfare State tan arraigado en su fuero interno, España, que allí el opio del pueblo no es la religión, ni el fútbol, ni las tapas. No. Allí el opio del pueblo es la política. En sus diferentes manifestaciones. Desde la más tribal, rudimentaria y primitiva, propia de sociedades decimonónicas: el nacionalismo (búsquese en Google ‘reformas estatutarias+España’), hasta la más civilizada, pulida y moderna, aunque traumática, propia del estadio de civilización más avanzado: el terrorismo (búsquese ‘Eta+Alto el fuego+España’).

El colocón es tan grande que no lo resistiría ni Thomas De Quincey. Prueben a meterse en un ascensor. Hasta el contertulio más ordinario, con el contrato más precario o en su defecto beca, con una hipoteca cincuentenaria y unos hijos que se disponen a recibir una educación para simios (eso sí, en varias lenguas; eso sí, ninguna será el inglés), mejor dicho, sin hijos, que hay que mantenerlos, pero con la posibilidad de veranear en unas costas donde ya no quedan ni bacterias unicelulares, hasta ese señor, sí, no le hablará del tiempo. Le expondrá las divergencias entre un estado autonómico y uno federal o, por ejemplo, los coadyuvantes en un proceso de tensiones centrífugas.

martes, marzo 21, 2006

Vuelve y lo cuenta

Playa de Sopelana (Bizkaia). Marzo de 2006. / Hans G.
En las afueras de Bilbao.
No es una hipérbole. San Mamés queda a 20 minutos. Las placas de titanio del Guggenheim a 25. Unos pintxos y unos zuritos por la calle Somera del casco viejo a menos de media hora. El verano, a 3 meses, toda una eternidad para los que adoran un café calentito sin camiseta, un paseo descalzo, una novela llena de arena que no se deja coger porque las tapas de hule arden.
Es la playa de Sopelana en primavera. Cubierta por un generoso anticiclón. Pija e infestada de surferos de Getxo y Plentzia para los indígenas. Inaccesible para los que llegan de Madrid. Parece ubicada en el mismo lugar donde el aire da la vuelta. Y está al lado de todo. Habrá que empezar a preguntar a esos esforzados madrileños que insisten, tozudos (y contumaces), en la defensa de las bondades de una ciudad cada vez más áspera, más cara, más arrogante, más llena de mierda, por qué. A Buk sólo la artrosis de su rodilla y el mal olor que desprende el nacionalismo le nublan la contundencia de su respuesta.

jueves, marzo 16, 2006

'Un amor embarazoso'

Si no cree que lo que está escribiendo es una de las actividades más importantes que se desarrollan en la civilización contemporánea, le conviene cambiarse a otra que crea que lo sea… que se haga aspirante a asistente social, consejero de inversiones para la Iglesia Unitaria, o inspector de supresión de ruidos…

Tom Wolfe



«Lo que voy a relatar a continuación es algo más que una noche de pasión. Se trata del fruto de una velada de amor en la que se engendraría todo lo que yo sería en el futuro, tanto física como espiritualmente.

Había sido el día más feliz de mi vida: hicimos el amor toda la noche. Nos acariciamos hasta el último centímetro de nuestro cuerpo. Como ella era más bajita yo terminé enseguida. Los besos, prolongaciones de nuestros sentimientos, eran penetrantes y entusiastas. Entusiasmo que se esfumó esa misma noche, cuando me confesó que se había quedado embarazada. De mí. Al principio, recibí la noticia con frialdad, quizá con frívola frialdad, pero poco a poco comenzó a subirme la temperatura. Qué calor. ¿Quieres apagar el fuego de la chimenea? Me había confesado horas antes que era virgen. Que yo la desfloraría.

El primer mes de gestación fue un calvario. Era como tener la cabeza en el fondo de una piscina, aunque con la pequeña seguridad de que no me iba a ocurrir nada ya que los latidos de su corazón mitigaban toda mi inquietud. Y, ante todo, calmaban mi soledad. Sabía que »


Me he dado de bruces con esta pieza que escribí cuando tenía unos 17 años. Apareció en un disquete perdido. Está inconclusa, no sé los motivos, porque recuerdo que la terminé. La trama es surrealista. Por esa época me gustaba este movimiento literario. Fue cuando leí por primera vez La espuma de los días, de Boris Vian. También estaba crecidito ya mi idilio infinito con El Niño Gusano. Lástima que no incluya el final. Explica muchas cosas del relato, que en principio parece un poco infantil y de epíteto socorrido. No consigo recordar todos los detalles. Sólo el grueso del argumento: el narrador en primera persona testimonial es al mismo tiempo amante ―el padre― y feto de la amada-madre. Vamos, que el que narra es el que engendra y el engendrado. La idea (me imagino) era transgredir el punto de vista narrativo del realismo convencional. Ahora, volved a leerlo.

(Luego, si queréis, escupid sobre vuestro monitor)

lunes, marzo 13, 2006

Naturaleza Muerta



Érase una vez un loro a un mineral pegado.

O como un whisky añejo de 28 años, la mejor compañía, un concierto de pausas con jazz intercalado y una tarta de chocolate no dejan resaca pero se acusan.

jueves, marzo 09, 2006

Pie de Foto N.4

Esta pena, esta desolación, esta dolencia del alma me gustan. Consiguen que me sienta un romántico. Dulce pájaro de juventud. Ahora mismo estoy acodado sobre la mesa, la palma de la mano en el mentón, la mirada sufriente, como Jovellanos. Aunque me tragaría una bala ante un espejo como Larra.

miércoles, marzo 01, 2006

Interpretación antropológica

«Nunca se comprende sino desde fuera. Entre el observador y lo observado tiene que haber cierta distancia; de ahí que jamás podremos ser etnógrafos de nuestra propia tribu.»
Jean-Marie Domenach


Parece que Hans es hincha del Madrid y aficionado al fútbol. Por ello, con el fin de hallar una explicación objetiva y neutral a la dimisión de Florentino Pérez (en febrero), ha rastreado fuentes de información diferentes a las ordinarias en lo que concierne al fútbol. Busca disponer de perspectiva. No sólo emotiva, también en el enfoque disciplinario.

Primero, la antropología social.
Vicente Verdú. Mitos, ritos y símbolos (Alianza. Madrid, 1980). Libro descatalogado que Hans encontró tras peinar decenas o miles de anaqueles en librerías de Madrid. Habla Verdú sobre la figura del presidente:

«El equipo de fútbol es ante el presidente una plantilla o también una familia, pero en la configuración operativa es un harén y los presidentes se homologan como rajás simbólicos. Es esta tácita naturaleza de soberanos la que, puesta de manifiesto, explica sus interacciones suntuarias y la complicidad que entre ellos circula. También el modo de sensualidad al relacionarse y sus comunicaciones privadas.»

«En la literatura deportiva menudean los apuntes de homosexualismo entre entrenador y jugadores y de jugadores entre sí, pero no es este el motivo del discurso: jugadores y entrenador conviven en el mismo gineceo y cuando van a jugar a cualquier parte viajan juntos como un cuerpo único de colaboración intrínseca. Sin dejar de ser esta unidad cuando el presidente está allí, el gineceo se encuentra además emplazado para dar satisfacción al dueño que se sienta en el palco y lo contempla. Ante el entrenador el equipo no necesita hacer virtuosismos, lo importante es ganar. Frente al presidente es necesario, además, exhibirse. El entrenador prepara a los jugadores para que contenten a la Afición y al Presidente que es el gran falo (esfinge de la Afición), erigido sobre la escena.»

«El presidente viste siempre el traje definitivo del macho y cuando entra en los vestuarios desencadena un sentimiento entre el miedo y el amor talámicos.»

Interpretación antropológica social:
-El harén ya no satisface al rajá.
-El gran falo, Florentino Pérez, ya no se erige en el palco merengue. Sus jugadores ―homosexuales o no, ese no es el motivo del discurso― ya no se exhiben ante él. Ni siquiera celebran los goles juntos.
-Los jugadores no exudan amor talámico cuando el gran falo entra en los vestuarios.