miércoles, diciembre 14, 2005

Monólogo dialogado

A todos aquellos que han pergeñado o colaborado en la redacción del Estatut de Cataluña.

Por su esfuerzo en querer expresar con más de 40.000 palabras para una Comunidad Autónoma, lo que con apenas 10.000 dice la Constitución española para todo el Estado.
Porque si Stendhal (quien confesaba que antes de ponerse a escribir leía siempre dos o tres artículos del código civil) lo hubiera tenido en sus manos, no habría escrito La Cartuja de Parma: tras sufrir el ‘síndrome de Stendhal’ en sus propias carnes habría sido capaz de narrar todos los clásicos decimonónicos en un par de meses.
Por su contumacia en la pretensión de parecerse al Mariscal de Mac-Mahon, quien, tratando de convencer a su auditorio sobre los estragos de la fiebre tifoidea, explicó: “La fiebre tifoidea es algo terrible: o te mata o te deja idiota. Lo sé bien porque la tuve.”
Por demostrarnos, con Martin Walser en Una fuente inagotable, que: “Mientras algo es no es lo que habrá sido”, y también: “Cuando sucedía lo que ahora decimos que sucedió no sabíamos que sucedía”. Y nosotros no lo sabíamos.
Por, en definitiva, volcarse con tanta solidaridad en hacernos comprender que ellos no son nosotros y que nosotros somos los otros.


Observa detenidamente el portero automático y, tras dudar unos segundos, pulsa el botón situado en la última fila de la derecha. El primero empezando por arriba. Ha tenido un pálpito. Podría llamarla al móvil y preguntarle dónde vive, cuál es su número, pero le gusta el juego. El riesgo. Le apasionan los desafíos. Además, ya es la quinta vez que la visita. En un mes. Y hoy es trece. Y martes. Y aborrece las supercherías. Vuelve a llamar. Sabe con certeza forense que ella vive allí.

―Sí, ¿quién es? ―responde una voz de contralto.
―Soy yo ―replica el amante (el amante de la voz de contralto, siempre y cuando no se haya equivocado).
―Vaya, qué casualidad. Somos la misma persona. Yo también soy yo.
―¿Perdona?
―Vamos a ver. Soy yo desde hace treinta y siete años. Yo ¿desde hace cuanto tiempo es yo?
―Eeeh… pues… yo treinta, treinta y dos... ¿Qué?
―No puede ser. Entonces yo no es yo. Y yo, francamente, estoy segurísima de que soy yo. ¿No será io, con ‘i’ latina o perteneciente o relativa a los pueblos del Lacio?
―No, no, yo soy de aquí…
―Mire, vamos a dejarlo, porque, además, ¡si es igual! No quiero ser egoísta o egotista o hasta ególatra pero, aunque sea yo, no hace falta que suba, porque yo ya estoy aquí. Un abrazo.

Se oye un leve pitido estridente. La voz que hablaba ha colgado. Levanta la cabeza y vuelve a teclear el telefonillo, esta vez el segundo botón de la última fila de la derecha. Empezando por arriba. Ahora sin pálpitos y con muy mala hostia.

― ¿Sí? ―contesta una voz de mezzo-soprano.
― ¿Marina, eres tú? ―pregunta yo.
―Sí, soy yo.
―Joder, otra vez me he equivocado.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Impresionante relato Granda. Sigue así.


El economista loco.

14/12/05 21:36  
Anonymous Anónimo said...

Sí, muy grande, ilustrísimo compañero...
Tamim

16/12/05 18:17  
Blogger Alberto Baena Zapatero said...

Respecto a la enorme extensión del estatuto ¿Crees que hay alguna relación con la influencia holandesa en la ciudad condal? BOICOT A LOS PRODUCTOS HOLANDESES, MUERTE AL HEREJE PROTESTANTE, VIVA ALATRISTE

24/12/05 12:07  

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