lunes, noviembre 14, 2005

Un bufón en la corte del rey Juan Carlos

Albert Boadella. Ese bufón. Payaso. Ese genio en el que refugiarse cuando Darío Fo nos coge tan lejos. Tuvo que lidiar con Franco y su nacionalcatolicismo español en sus tiempos mozos. Ya de mayor, con el nacionalismo periférico. Lógico. Reverso y anverso de una misma ideología.

El nacionalcatolicismo español ha quedado identificado con la derecha. Lógico. El disparate surge cuando los que acuden a manifestarse contra una reforma educativa lo hagan portando banderas españolas. El periférico, con los valores progresistas (CiU y PNV, agrupaciones católicas, rancias y de derechas, los reivindican cuales encantadores de serpientes). Un disparate en sí mismo. No se puede ser nacionalista y de izquierdas. O se es manzana o se es pera.

Albert Boadella, el bufón, ha centrado su encono en la máquina centrifugadora catalana. Cuestión de roce. En la vasca, algo menos. Cuestión de “es lo mismo y donde digo plan digo estatut”. Y algo menos aún, en la gallega. Supongo que motivado por la lógica que dicta que ser nacionalista, de izquierdas y pobre no es un disparate. Es una bufonada que no cabe ni en la imaginación de Darío Fo. Cuestión de tontos o de eslovacos. Lo segundo no abunda en Galicia. Lo primero, creo que tampoco. Al menos, no se puede afirmar con rotundidad que la tontería es un rasgo identitario de la comunidad gallega como lo puedan ser la lengua, la historia o el feísmo arquitectónico. Por el momento. Quizá algún día un avispado nacionalista gallego llegue a esa conclusión. Y la reivindique. Y se manifieste. Y acuda a masivas concentraciones con banderas gallegas y pancartas donde se pueda leer: ‘Los gallegos somos tontos’ o, igual que el sábado en Madrid se repartían pegatinas que lucían un ‘La Cope somos todos’: ‘La Tontería somos todos’.

Entonces tendrán que llamar a Albert Boadella, el bufón, para que les rescate de la bufonada; para que libre a los que se sienten gallegos, españoles o las dos cosas a la vez de aquellos que pretenden utilizar ese semblante de su identidad colectiva para sacar rédito en las urnas.