lunes, octubre 03, 2005

Digresión (Ejercicios de)

Hace una semana y 22 años, Paloma Chamorro le preguntaba a Santiago Auserón por el legado de Kaka de Luxe.
-Hemos heredado su soltura. Y la lucha por la inocencia.

Hace 22 años y una semana, Auserón ya manejaba los recursos de la retórica con una precisión de calígrafo japonés.

Busco en el diccionario de la RAE ‘inocencia’:
“(Del lat. Innocentia.) f. Estado del alma limpia de culpa. 2. Exención de culpa en un delito o en una mala acción. 3. Candor, sencillez”

Mis grandes héroes literarios se caracterizan por una constante y testaruda lucha por la inocencia. Entendida ésta como lo hace la primera acepción, es decir, a la que se refería el genio de Radio Futura (Ya hablaremos otro día de la segunda, donde cabría mencionar ‘A sangre fría’, de Capote –está claro que esa familia yanqui se lo merecía-; y de la tercera, con un buen representante en las memorias de Alfonso Guerra).

Recuerdo a Marco Stanley Frogg y su torrente de sentimentalismo, a Florentino Ariza, que lo único que le duele de morir es que no sea de amor. A Papillon, por supuesto, y su libertad en forma de neumático flotador; El Principito y su rosa con espinas; Tom Sawyer y su Becky Thatcher; el payaso Schnier y su melancolía y su indolencia y sus dolores de rodilla.

Busco ‘inocente’ en el diccionario de la RAE y paradójicamente ninguna definición casa con la que demando: “Cándido... Que no daña... Aplícase al niño que no ha llegado a la edad de la discreción... Ignorante...”

También tengo héroes de este tipo. Lo son los santos marginados de Delibes, Mancuso de patrulla o la Tereza que encarna todo el peso kunderiano. Sin embargo, ¿cómo adjetivar a aquellos que luchan por la inocencia? Al verbalizar ‘inocencia’ se pierden sus matices. Cuando pretendemos encarnarla, sólo nos queda la metáfora. Toda una acepción se pierde de puro vértigo.

Ortega y su Circunstancia, siempre tan preocupados en que las masas se rebelaran, afirmaban, circunspectos, que todo hombre que lee novelas más allá de los 40 años es un ser infantilizado. Ciertamente, cuando un amigo deja de leer literatura de ficción es que se ha hecho mayor. Yo me quedo con Lobo Antunes, que las sigue leyendo. Y hasta me abono al Benfica por él. Cuando Delaosa, rodeado de 24 latas de cerveza, le inquiría hace unos días a Buk por las razones de la novela, su compañero dedaísta le contestaba:
-No acudo a ellas por la necesidad de verme identificado o retratarme. Pero sí para desentrañarme, para conocerme. Lo explica Lobo muy bien: “Somos tan complejos, estamos conformados de una personalidad tan vasta, que siempre podemos hallar en un pasaje literario algo de nosotros en lo que no nos habíamos parado a reflexionar”.

[Esperando un eclipse me quedaré
Persiguiendo un enigma al compás de las horas
Dibujando una elipse me quedaré
Entre el sol y mi corazón]

¿Cómo adjetivar a Lobo Antunes?

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A Lobo Antunes no se le adjetiva. Se le nomina. Antonio Lobo Antunes es escritor.

El economista loco.

4/10/05 22:23  

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